Anochece que no es poco.

La agarre de la mano.

-Sígueme

-¿A dónde?

Pero no respondí. Se había acabado el litro. Ella era preciosa. Y morena. Y andamos solos, hablando de libros, poemas, porno y psicología. Sonreíamos. Ebrios. Y llegamos. Un parque precioso, con un césped verde puro durante el día, durante la noche parecía una alfombra. El parque tenía muy pocos arboles y sus raíces sobresalían del césped. Jugamos en ellas como niños. Nos tiramos al césped. Rodamos. Reímos. Como niños. Paramos, nos miramos y nos besamos. Nos mordimos. La bese el cuello. Llegue a su oreja, recite un párrafo de panero, susurre un párrafo de panero. En su oreja. Mientras le tocaba una teta. Mientras le acariciaba una teta. Y acabamos follando. Y cuando iba a correrme se le cayó la cabeza. Los brazos. Las piernas. Había mucha sangre y llego la policía.

Me desperté sudando. Recogí y me fui a clase.

Mr. G

Deja un comentario